
Isaac Peral y Caballero nació a orillas del
Mediterráneo bajo las murallas de la antiquísima Cartagena, hijo de
un suboficial de la Armada, desde pequeño sufrió las estrecheces
propias y los cambios de destino asociados al oficio de su
progenitor.
Así viajó a Cádiz, Fernando Poo( en la Guinea) y Cuba. Su mayor
aspiración era ingresar en La Real Armada, como su hermano mayor
Pedro, así contra la voluntad de su padre, en 1866 entra en el
Colegio Naval Militar de San Fernando superando con nota el examen
de acceso.
Pronto destaca entre sus compañeros en Aritmética, Geometría y
Álgebra, y sobresale por encima de la media en Náutica, Construcción
Naval, Pilotaje, Historia, Mecánica y Física y se empapa de todo lo
que tenga que ver con las máquinas de vapor y su funcionamiento.
Sus compañeros Guardiamarinas le ponen el apodo de “El Profundo
Isaac”…
La instrucción marinera le lleva a doblar el Cabo de Buena Esperanza
con dieciséis años, Isaac vive por y para la Armada, es feliz en
aquella vida de sal y viento. En 1870 es ya Guardiamarina de Primera
y dos años después tras largas travesías por los siete mares obtiene
el grado de Alférez de Navío.
Ese mismo año de 1872 a bordo de un cañonero combate en Cuba con
valor, denuedo y firmeza, tanta que es condecorado con la Gran Cruz
del Mérito Naval con distintivo rojo, por su actuación durante los
combates en “Las Nuevitas”. Es de justicia señalar que dicha
condecoración no la obtenía cualquiera, y demuestra que el joven
Isaac llevaba dentro la sangre de un Churruca.
España hervía en su acostumbrada salsa de guerra civil y separatismo
cazurro. Entre Guerra Carlista y Rebelión Cantonal, nuestra patria
se cocía en el puchero endémico de las sectas enfrentadas,
irracionales y asesinas.
Peral es destinado al frene del norte y luego a varios buques, entre
ellos la novísima fragata “Numancia”, primer acorazado que dio la
vuelta al mundo, pero esto, claro, nadie lo sabe.
En 1876 el brillantísimo Isaac Peral entra en La Escuela de
Ampliación de Estudios de la Armada en donde entra en contacto con
los profesores Díaz y Ariza. Este contacto con el mundo docente, con
el universo investigador será la semilla que le llevará hasta su
futuro invento.
De momento publica una “Teoría de los Huracanes” tan brillante que
le conceden la Cruz Naval al Mérito con distintivo blanco.
En 1880 asciende a Teniente de Navío y es destinado a su tierra,
Cartagena, pero pide ir destinado a Filipinas porque allí en
Cartagena la familia se le moría de hambre.
Languidece un tiempo en el Arsenal de Manila, hasta que lo dejan
participar en la Comisión Hidrográfica que cartografiará las islas y
le dan el mando de un cañonero con el que volverá al mar, realizando
la vigilancia de costas y transportes por aquellas aguas atestadas
de juncos piratas, poderosos y arrogantes navíos ingleses y alemanes
que iban todos contra los viejos y cansados españoles. A los que nos
quedaban sólo jirones de nuestro antiguo imperio, jirones que
pretenden arrebatarnos las potencias mundiales, que fabrican
acorazados como churros y a los que la vieja y desfasada Armada
Española no podría hacer frente.
La única forma sería con una nave submarina, pero los intentos
anteriores de construir algo parecido a lo que Julio Verne había
imaginado fueron fracasos estrepitosos.
La Tortuga de Bushell, el Nautilus de Fulton, el Plangeur de
Bugeois, hasta el Ictineo de Narciso Monturiol, pese a tener la
novedad del doble casco y ser el que más cerca estuvo de
conseguirlo, adolecían del mismo problema. La propulsión, el
reciclado del aire, la manera de mantener el rumbo a la profundidad
deseada y la forma de disparar torpedos de forma segura.
Durante la Guerra de Secesión norteamericana los sureños
desesperados, habían usado submarinos propulsados a pedales y
equipados con lanzas que adosaban explosivos al navío enemigo,
consiguieron algunos éxitos, pero siempre pagando el precio de la
vida de la tripulación que perecía ahogada…
Isaac Peral solucionó todos estos problemas e ideó y diseñó un navío
submarino capaz de navegar bajo el agua, sabiendo adónde iba,
mantener viva a la tripulación renovando el aire del interior,
propulsar la nave eléctricamente y disparar torpedos de alto poder
destructivo tanto sumergidos como en superficie.
Su submarino contaba con dos motores eléctricos de treinta caballos
de potencia unidos a dos hélices gemelas, sistemas de aireación e
inmersión, el llamado “aparato de profundidades” y de rumbo,
solucionando los problemas de las brújulas que enloquecían por el
acero del casco, todo ellos son inventos de Peral, además de un
acumulador eléctrico y un varadero de torpedos que le valió una
medalla en la Exposición Universal de Barcelona. Hasta una
ametralladora eléctrica ideó nuestro genio.
En 1885 se produce la llamada Crisis de Las Marianas entre España y
Alemania que pretende hacerse con el archipiélago usando para ello
si hace falta su recién estrenada y poderosa flota.
El káiser es duro enemigo y Peral, patriota convencido y oficial de
la Armada, acelera su proyecto y cuando está convencido de su
viabilidad, lo presenta al Ministerio.
Con aquel navío España podrá defender Las Marianas y Cuba y
Filipinas y conservará algo del honor y la honra que como gran
nación le niegan los rencorosos países europeos.
El proyecto es recibido con entusiasmo por el almirante Pezuela que
da luz verde a la construcción del barco y autorizó al cartagenero
para que buscase en el extranjero lo materiales y elementos
necesarios para la construcción del submarino.
Y las cosas empezaron a torcerse…
Los mandamases de la Armada destinados en los principales puertos y
astilleros navales del mundo, en vez de facilitar las cosas a Peral,
no hicieron más que ponerle zancadillas y trabas, obstaculizando el
proyecto y acusando al inventor de masón, de perro judío, de
revolucionario y de mil cosas más.
Pero Peral no se arredró y superó todos los obstáculos y consiguió
los componentes necesarios en Inglaterra, en Francia, en Alemania y
en Bélgica, mientras en los astilleros de La Carraca algunos
traidores con intereses propios y mezquinos mostraban los planos del
proyecto y hasta el prototipo a unos ingenieros ingleses… Que de
hideputas siempre estuvimos sobradamente surtidos los españoles.
El ocho de septiembre de 1888 tras recibir el directo apoyo de la
Regente María Cristina y superar mil trabas, sabotajes y obstáculos,
el submarino es botado…
En la prensa las opiniones son contrapuestas, se acusa a Peral de
mil perrerías, se le pone de vuelta y media, se le acusa de inventar
un arma diabólica y contraria al honor militar (los gilipollas).
También recibe apoyos entusiastas, como el del premio Nobel
Echegaray, que lo defiende fervorosamente.
Las pruebas de mar de la nave fueron exigentes y duras, incluían
varios exámenes que el submarino debía superar con éxito: Velocidad,
navegación en superficie y maniobras, pruebas de inmersión y de
navegación sumergida, lanzamiento de torpedos en superficie y
sumergidos, y pruebas de ataque diurno y nocturno a objetivos
navales.
El torpedero submarino, que así se llamaba el proyecto superó
ampliamente todas las pruebas, excepto el ataque diurno al crucero
“Colón”, que imagino no fue fácil con toda la tripulación buscando
la estela del periscopio, que también llevaba, de la nave submarina.
El ataque nocturno sin embargo, al mismo “Colón”, fue un éxito
rotundo y en caso de ser un ataque real en tiempo de guerra, hubiese
enviado al crucero al fondo sin remedio.
La comisión encargada de evaluar el proyecto, sin embargo, no quedó
contenta, alegando que el navío no superaba los criterios de
autonomía, aunque no dejaron que Peral cruzase el Estrecho, como
pretendía… Así podían alegar aquello de la autonomía (los
gilipollas).
El nuevo gobierno de Cánovas y su Ministro de Marina, almirante
Berenguer, cuyo hijo, ¡oh! casualidad, había sido barrido por Isaac
en las elecciones para diputado por El Puerto de Santa María que se
habían celebrado recientemente, supusieron el carpetazo definitivo
al proyecto, invocando la cabezonería del inventor, que se negó a
aceptar las absurdas condiciones que el ministro imponía al nuevo
proyecto, Peral fue tachado de conspirador y de traidor y obligado a
entregar el navío en el desguace de La Carraca:
“El comandante del Torpedero-Submarino deberá entregar, bajo
inventario, acumuladores, bombas, generadores y demás efectos del
buque”
Isaac Peral con la moral a la altura de los tacones, desengañado y
hundido tras haber dedicado su vida y su genio a la Real Armada,
solicita su licencia en 1890, concediéndosele, sin derecho a
pensión, al año siguiente.
Una empresa alemana, idioma que dominaba a la perfección, le
contrata como ingeniero, pero al poco el mismo Peral abre su propia
empresa: Centro Industrial y de Consultas Eléctro-Mecánicas,
reconvertida en 1893 como la Peral Electro-Zaragoza.
En estos años el genial inventor y valiente compatriota desarrolla
la enfermedad que le llevará a la tumba. Un cáncer galopante devora
al genio. En Madrid le operan pero la enfermedad está muy extendida,
así que en un último y desesperado esfuerzo se traslada a Berlín
para ponerse en manos del reconocido cirujano germano Dr. Bergman.
Pero el destino no quiere que el genio sobreviva, o él mismo
desengañado por aquella patria ingrata que despreciaba a sus mejores
hijos, no quiso seguir viviendo.
Muere el 22 de mayo de 1895. Sus restos serán trasladados a España,
primero al cementerio de la Almudena de Madrid y posteriormente
llevados al mausoleo que sus paisanos le erigieron en la vieja
Cartago Nova. La Armada mira para otro lado cuando alguien insinúa
de enterrarle en el Panteón de Marinos Ilustres.
Ellos también(sus paisanos) salvaron el submarino que llevaba
arrumbado en La Carraca esperando el desguace cuarenta años, y que
ya en 1914 el alcalde de la ciudad había pedido recuperar y llevar
hasta Cartagena.
En 1929 a instancias del almirante García de los Reyes, primer jefe
del arma submarina española, se remolcó el viejo casco hasta la
ciudad, donde se colocó en la Plaza de los Héroes de Cavite.
Recientemente restaurado ha sido trasladado hasta el Paseo Alfonso
XII de la antigua ciudad de los cartagineses.
Después, el resto de las naciones se aprovecharían de las
invenciones e innovaciones de Isaac Peral…
Todos conocemos los famosos “Uboot” alemanes, pero no todos saben
que fue un español, oficial de la Real Armada el que inventó y
construyó e hizo realidad el sueño de ficción de un novelista
francés.
No todos saben que el primer Nautilus no lo capitaneaba el capitán
Nemo, sino un oficial español con dos huevos, cerebro genial y
corazón de acero. Como el casco de su submarino.
Quizá, si alguien le hubiese hecho caso, hoy Puerto Rico, Filipinas
y Cuba, todavía serían provincias de España… Quien sabe…
© A. Villegas González.